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Regresamos a Tailandia por el norte, después de recorrer Indochina y de haber disfrutado de las increíbles playas del sur, en ambos mares, Andaman y Tailandia. El norte de Tailandia es otra historia. Rodeada de montanas , un clima ideal y una riquísima cultura, Chiang Mai es el centro político y económico de la región. Un gran número de minorías étnicas todavía tienen una gran presencia en la provincia, como las tribus Akha, Lisu, Hmong y Mien, las cuales conservan su independencia política . Cada tribu tiene sus propias costumbres, lenguaje, vestimenta y creencias religiosas, siendo un destino ideal para el turismo cultural. Chiang Mai fue la capital del reino Lanna, y está rodeada por una fosa defensiva, ya que la cercana Burma fue un constante enemigo. La ciudad está repleta de templos y museos por visitar, tarea que me tome muy de a poquito ya que tenía algo más importante por disfrutar: hotel cinco estrellas! .
la clase de yoga recien termina
Mientras Mazi trabajaba en la conferencia, yo me dedique a aprovechar al máximo mi estadía y las instalaciones, especialmente durante las agobiantes horas de la tarde en que la fantástica pileta fue un bienvenido oasis. El famoso bazar nocturno de Chiang Mai, con sus delicadas artesanías locales, funcionaba a partir de las 8, lo que me daba tiempo para disfrutar del spa. Al finalizar la conferencia, el grupo de amigos que trabajo con Mazi, que reside en Pai, nos invitaron a pasar unos días con ellos. Pai es un pequeño pueblo en lo alto de la montaña con un espíritu muy hippie y muy relajado. Nos instalamos en un tranquilo resort , con nuestro bungalow enfrentado a una pequeña laguna natural, con una plataforma central donde practicamos yoga cada mañana con nuestro amigo e instructor KC. Después de las clases de yoga, salíamos a almorzar a uno u otro de los spots preferidos del grupo.
te de Kombucha, un elixir delicioso
Con su variedad de jugos naturales, comidas vegetarianas, muesli y te de Kombucha, estantes con libros usados y plantas colgando, tranquilamente podíamos imaginar que estábamos en algún café de Santa Cruz, CA, o incluso Berkeley (para la gente de argentina solo tengo como referencia a El Bolsón). A la tarde recorríamos en moto los alrededores, mientras hacíamos planes para encontrarnos con los amigos a la noche, o parábamos por un rico jugo en el centro del pueblo, sabiendo que nos encontraríamos con alguno de nuestros amigos. Al menos por unos días, recuperamos el sentido de pertenencia que nos hace sentir como en casa. Se extrañaba.
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