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Volvimos a India después de recorrer los Himalayas en Nepal. Esta vez, volamos a New Delhi. Para nosotros, que habíamos entrado por Kolkata la primera vez, fue otra India. Moderna, desarrollada, limpia, organizada. Pero solo fue una primera impresión. No tardamos en encontrarnos con vacas caminando tranquilamente en las calles bajo el calor agobiante, puestos callejeros de chai, jugos de frutas y lassi (yogurt) sin refrigeración, y la locura de los motor-rickshaw haciéndose camino en todas direcciones.
India es un país inmenso y riquísimo en culturas, tradiciones, platos típicos, religiones y lugares históricos, y nos dimos cuenta que necesitaríamos mas que un par de meses para cubrirlo superficialmente, por lo que nos concentramos en unos pocos estados alrededor de New Delhi, y nos prometimos volver en el futuro para conocer mas en profundidad. Desde Delhi armamos un itinerario recorriendo importantes sitios históricos.
En Agra nos quedamos sin aliento ante el Taj Mahal, de una belleza sin palabras. Es un mausoleo diseñado por el emperador Mughal Shah Jahan en memoria de su esposa favorita, Mumtaz Mahal, que falleció dando a luz a su hijo. El Taj está construido íntegramente en mármol blanco con incrustaciones de piedras semipreciosas.
De un diseño completamente simétrico y con perfectas proporciones, pasamos horas recorriéndolo y admirándolo.
Cerca de Agra se encuentra Fatehpur Sikri, antigua capital Mughal luego abandonada por falta de agua. Hoy es un pueblo fantasma, pero los edificios y palacios de piedra roja y mármol se mantienen intactos.
A contramano de todos los consejos y advertencias respecto a la temporada, en pleno comienzo del verano nos dirigimos a Rajasthan, al desierto.
Jaipur, la ciudad rosa, es la capital de Rajasthan. Primer ciudad con planificación urbana en India, está diseñada con una grilla que organiza los diferentes oficios y mercados, separados por calles mas anchas, dentro de un muro que la contiene. Orden que continua aun hoy, recorrimos bazares de especias, de joyas, de textiles, de frutas. Principado poderoso en otros tiempos, la ciudad incluye el palacio del maharajá, el palacio de los vientos y un observatorio.
Muy cerca está el fuerte de Amber, uno de los lugares mas interesantes que visitamos. Ubicado en la cima de la colina, caminamos a la par de los elefantes que llevan turistas a la plaza principal. En su interior la complejidad de los edificios y galerías nos dejan adivinar como fue la vida diaria en su época de apogeo. La ciudad vieja, a los pies del fuerte, parece no haber cambiado en nada desde antiguos tiempos. Quizas fue el sol implacable que no permite mucha acción a la luz del día, recorrimos las calles adoquinadas sintiendo que éramos trasladados a otro tiempo.
Luego, visitamos Jaisalmer, la ciudad dorada. El fuerte se emplaza sobre una pequeña colina cerca del desierto de Thar, y contiene el palacio real y varios templos jain. Alredededor creció el pueblo, con sus callecitas medievales y magnificas Havelis. Con temperaturas promedio de 45C, pasábamos las tardes en la piscina, recorriendo la ciudad al amanecer y al atardecer.
Decididos a experimentar la vida local e ignorando la dureza del clima, nos embarcamos en un safari en camellos. Luego de una hora de recorrido en jeep, nos encontramos con nuestros guías en el medio del desierto. Montamos nuestros camellos y empezamos el recorrido, terminándolo pronto para almorzar y descansar a la sombra del único árbol en la zona, hecho que verificamos mas tarde. Nuestros guías, tres musulmanes que no paraban de hablar y charlar y cantar, se las ingeniaron para preparar chapatis y curries bastante decentes. Luego de varias horas andando, acampamos en una duna de arena. Cenamos, charlamos y nos preparamos para dormir entre paredes de arena, bajo las estrellas y lejos de escorpiones y serpientes.
Intentando huir del calor, viajamos hacia el norte en el tren nocturno. Los trenes en India merecen un capítulo aparte. Cuchetas en dos niveles, con sabanas impecables, luz de lectura, aire acondicionado y servicio de comidas, es la mejor forma de viajar las grandes distancias de India.
Llegamos a Amritsar, en el estado de Punjab, para visitar el Templo Dorado. La ciudad es el centro cultural y religioso del sikhismo, y el templo es destino de peregrinaje al menos una vez en la vida para muchos indios.
Brillando bajo la luz de la mañana, reflejándose en el agua de la Fuente de Néctar, el templo no puede ser más bello. El continuo canto de los gurús agrega ambiente al espectáculo.
Los sikhs no creen en el sistema de castas que domina la mayor parte de India, y por lo tanto todos son bienvenidos en sus templos. Ofrecen techo y comida a quien se acerque, y fue toda una experiencia participar del desayuno comunal, donde cientos de peregrinos y voluntarios se congregan.
Continuamos nuestro viaje hacia el norte, Dharamsala, donde reside el Dalai Lama, líder del budismo tibetano en exilio. Santuario de iniciados en el budismo y devotos del yoga, esta pequeña villa en la ladera de la montaña fue el lugar perfecto para reponer energías.
Jainismo, sikhismo, budismo. Esto fue solo una muestra de las muchas religiones que conviven fraternalmente en India. Con diferentes orígenes y doctrinas, coinciden en la enseñanza de la no violencia y la ayuda al prójimo. Y al final, eso es lo que realmente importa.
Dejamos India con cierta tristeza, reconociendo que solo dimos un vistazo a todo lo que el subcontinente tiene para ofrecernos, y agradecidos por haber tenido la oportunidad de verlo.
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